Disfruta la Banda Sonora de la serie.
Es el tema que presenta la serie. Su título se inspira en la connotación que Pablo Escobar tuvo en calidad de cabecilla del llamado “Cartel de Medellín”.
Tiene el sabor de la guasca y la carrilera que acompañaba a nuestros antepasados campesinos y que evoca las obras: “Horizontes” (1913) de Francisco Antonio Cano y “Que pase el Aserrador” (1914) del escritor Jesús del Corral, temas protagonistas en la conversación con el intelectual Juan Luis Mejía.
Lleva notas de tango, la armónica como protagonista y los sonidos originales que se escuchan en los hospitales como un elemento clave en este capítulo donde la adrenalina periodística está en su furor con la videógrafa Olga Elena Gaviria y el reportero gráfico Donaldo Zuluaga.
Como estalló el amor de “Rosario Tijeras” y como estallaron las detonaciones en las impactantes historias de las novelas “El cielo a tiros” y “El vacío en el que flotas” del escritor Jorge Franco.
A ritmo de punk como en “Rodrigo D No Futuro”, la premiada obra cinematográfica de Víctor Gaviria y “El pelaíto que no duró nada”, hilos conductores de la entrevista.
Tiene sonidos de ranchera para rendir un homenaje con estos acordes a la vida y obra del Maestro Fernando Botero, en la magnífica voz de la soprano colombiana Eliana Piedrahita, y quien nos aproxima al diálogo con la directora del Museo de Antioquia, María del Rosario Escobar y el artista plástico Fredy Serna.
Transmite la potencia de los acordes del metal, donde la masacre hace parte del paisaje y los cráneos ruedan y ruedan como dice esta canción que acompaña al cantante y compositor Alex Oquendo artista del género metal.
Evoca a esos amigos de barrios populares de Medellín que se perdieron en el narcotráfico de los años 80 y 90, como lo recuerda el escritor Luis Miguel Rivas en “Era más grande el muerto” y el dramaturgo Carlos Mario Aguirre en sus obras de teatro de “El Águila Descalza”.
Utiliza las notas del rock ochentero Latinoamericano para acompañar el análisis de la siquiatra clínica y feminista Lucrecia Ramírez, quien aborda los efectos de la narcoestética en las mujeres de Medellín.
Nombre que recuerda esas antenas gigantes que en los años 80 y 90 se vieron en los techos de Medellín, de manera frecuente en las casas de los mafiosos quienes tenían el dinero para encargarlas. No era de extrañar que el contratante pidiera que la antena tuviera el mismo color que el de su carro de lujo. Estas notas al estilo de la música tropical son complemento del testimonio del periodista e investigador Alonso Salazar y de su obras “La Parábola de Pablo” y “No nacimos pa´ semilla”.